Hace un tiempo quería publicar algo acerca de los engorrosos trámites municipales para construir lo que sea, pero me ha faltado tiempo para investigar a detalle y además conozco muy poco de ellos (pero creo tener la experiencia suficiente para aseverar que es muy lento conseguir tan sólo un permiso). En lugar de seguir aplazando el artículo, transcribo una colaboración que se publicó en la revista local «Evolución de la ingeniería civil», editada por el Colegio de Ingenieros Civiles de La Laguna, A.C., que describe a detalle algunas de las muchas trabas provenientes de las dependencias gubernamentales para construir. No se especifica quién es el autor, pero la revista en cuestión pertenece al año 2002; entonces el presidente de dicha asociación era el Ing. Hugo René Noé Lazcano, de ahí el nombre del artículo que me pareció muy ingenioso. Es un poco largo, pero vale la pena.
El arca de Hugo Noé
¿Cómo hubiera sido la historia si Noé hubiese sido un habitante de la Comarca Lagunera en nuestros tiempos?
En aquél tiempo el Señor le habló a Noé y le dijo:
«Dentro de seis meses haré llover cuarenta días y cuarenta noches, hasta que toda la tierra sea cubierta de agua y toda la gente sea destruída. Pero quiero salvar a los buenos y a dos criaturas de cada clase viviente del planeta. Te ordeno construir un arca»
Y entre rayos y centellas le dio las instrucciones de lo que debía hacer, mientras tembloroso Hugo Noé sólo atinaba a decir:
«Ok, Señor, ok, ok».
«¡Seis meses y comenzará a llover! -tronó el Señor- Más te vale tener el arca lista a tiempo, o aprende a nadar por el resto de tu vida».
Pasados los seis meses, el cielo se nubló de golpe y el diluvio comenzó.
El Señor se asomó entre negros nubarrones y pudo ver a Hugo llorando en el patio de su casa y no vió ningún arca.
«¡¿Dónde está el arca, Hugo?!», preguntó furibundo.
«Perdóname, Señor -suplicó el pobre hombre-. Hice lo que pude, pero encontré grandes problemas.
Todo empezó al tener que obtener un permiso de construcción y pagar unos impuestos altísimos para obtener la licencia.
Para esto me exigían que el arca tuviera un sistema de seguridad contra incendios, lo que pude arreglar con una mordida a un funcionario.
Entretanto, los vecinos se quejaron de que yo estaba construyendo el arca en una zona residencial, y en eso perdí varios meses en visitas inútiles al Ayuntamiento, además de pedirme que los vecinos de un kilómetro a la redonda, me firmaran un documento oficial ante notario de estar de acuerdo con que yo trabajara.
Además que el no contar con un acta constitutiva y un poder notarial que me acreditara como representante legal tuyo, complicó aún más todos los trámites que a continuación te platico…
Con la Secretaría de Hacienda fue otro desmadre (sic), perdonando la palabra, ya que por tratarse de un proyecto de gran magnitud, no nos quiso registrar como causantes menores ni como a.c. sin fines de lucro, sino como causantes mayores con actividad empresarial y que teníamos que cobrar a los animales boletos para el viaje con el i.v.a. desglosado por una máquina registradoram certificada en los laberintos de la misma Secretaría.
Cuál sería mi sorpresa cuando recibimos una notificación del SAT por un adeudo, ya con multas y recargos por efectuar el trámite extemporáneamente y tener que contestar cada quince días los avisos de embargo que nos mandó la Secretaría de Finanzas del Estado.
Más, el problema principal fue conseguir madera para fabricar el arca, pues la PROFEPA no quiso entender que se trataba de una emergencia y cuando le dije que eran órdenes tuyas para salvar a la especie humana y a los animales me preguntaron si estaba loco o qué.
Entonces aparecieron los sindicatos del PRI que apoyados por la Secretaría del Trabajo, me exigían dar empleo a sus carpinteros afiliados, además de hacerme un paro los materialistas del 5 de mayo exigiéndome que fueran sus camiones los que transportaran los materiales y posteriormente a todos los animales.
Mientras tanto, comencé a buscar los animales de cada especie y tropecé con la SEMARNAP (Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca), que me obligó a llenar muchísimos formularios y pagar otros tantos impuestos. Además se me exigió el ponerme de acuerdo con todos y cada uno de los ejidatarios a los cuales pertenecieran o no las tierras donde habitarán las diversas especies y negociar por aparte con sus líderes.
También pidieron la elaboración de un estudio del «impacto ambiental» en la zona, en el estado y en el país, así como en las galaxias más cercanas a nuestro sistema solar, para lo que se lo encargué a José Pablo. Después de entregar 25 kg de papel, devolvieron todo porque la nebulosa de Orión no cuenta con el CURP.
Para poder darles de comer a los animales durante su estancia en el arca, hubo que tramitar ante Secretaría de Salud el permiso correspondiente, quedando pendiente al auditoría a las instalaciones donde se prestaria el servicio. Protección Civil, por su parte, me pidió un plano de la zona que iba a ser inundada y lees envié un globo terráqueo. Casi me matan.
La SCT exigió que el arca se le sacara un registro como SPF (Servicio Público Federal) para poder navegar por los canales de peaje y ante tránsito hubo que tramitar las placas correspondientes para carga, sin conseguirlo por no pertenecer al sindicato; así mismo me pidieron la verificación, a pesar de no tener motor.
Por último, la Policía Judicial Federal me hizo un allanamiento dizque en busca de drogas y me desbarataron lo poco que había logrado avanzar en la construcción del arca…».
El cielo empezó a despejarse. Salió el sol y un arcoiris iluminó el firmamento.
«¿Quiere esto decir, Señor, que ya no vas a destruir la Tierra?»
«No -respondió una voz entre las nubes-; ya el gobierno se está encargando de eso…».
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Como diría la periodista Cristina Pachecho: aquí nos tocó vivir…
Por cierto, una felicitación al CICLAC; no sabía que tenían un sitio web y además actualizado, esto habla muy bien del compromiso con sus miembros y con la sociedad en general.